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Economía Planificada como Motor de la Industria

La industrialización es el mayor símbolo de desarrollo de la sociedad, porque permite mejoras en las condiciones de vida, como en el caso de la salud, la producción agrícola, la calidad de las mercancías, la resistencia de los inmuebles, etc. Sin embargo, no todos los sistemas de producción son efectivos a la hora de ejercer el trabajo.

El libre mercado ha demostrado ser enemigo del desarrollo “óptimo”. La libertad de producir en masa, sin conciencia de las materias primas, las herramientas, las máquinas y los obreros, ha generado conflictos entre burgueses y proletarios, así como la desigualdad en la distribución de la riqueza y el conflicto ambiental en el que actualmente vivimos.

En Estados Unidos, el 15% de la población se sitúa en pobreza y un 6% en pobreza extrema; estos últimos ganando la mitad o menos del salario mínimo.

En 2015, el USDA estimó que un 13% (o 15,8 millones) de los hogares estadounidenses carecían de seguridad alimentaria”. (“Estadísticas de la Pobreza")

En cambio, en las economías planificadas, aunque los productos de consumo son menores que en la sociedad de libre mercado, la calidad de los mismos y la calidad de vida de los ciudadanos se ven mejorados; la sociedad se desarrolla en aspectos educativos, de salud, de vivienda, de trabajo, etc. y la cantidad de recursos naturales disponibles se incrementa por el uso medido y dosificado de estos.

En la Unión Soviética, las tasas de crecimiento económico eran superiores al 10% anual, gracias a la planificación y la nacionalización de la economía. La población creció un 15% y los técnicos industriales lo hicieron un 55% de 1920 a 1950; lo que representó un apoyo para el desarrollo de la industria. Para finales de la era Soviética, uno de cada tres trabajadores era cualificado técnicamente e incluso pudieron erradicar por completo el hambre (gracias a la Colectivización y la Nacionalización) y el paro laboral. De 1917 a 1980 se elevó la esperanza de vida de 40 a 75 años. Actualmente China, que maneja un sistema de economía planificada, presenta un PIB (PPA) de 17,63 billones de dólares, situándola como número uno a nivel mundial, por encima de los Estados Unidos de América y sus 17,1 billones de dólares.

El fracaso de la política comercial e industrial de los gobiernos liberales, desde Carlos Salinas hasta Felipe Calderón, resulta evidente porque no han logrado impulsar el crecimiento económico ni el empleo que necesita el país para mantener el bienestar de la población. Estos gobiernos abandonaron la idea del Estado y la política comercial e industrial activa como palancas del desarrollo económico.

Por lo que para impulsar el crecimiento de la economía mexicana no tan sólo se requiere la aplicación de una política comercial e industrial estratégica que impulse el crecimiento de manera activa, sino que esta política deberá de darse en el marco de una política económica más amplia que promueva el desarrollo económico de México. Es decir que promueva un cambio estructural cuyo objetivo sea: mejorar los niveles de ingreso, superar los grandes diferenciales en los ingresos entre regiones y sectores al interior del país, y por ende eliminar el dualismo económico.

El reto reside en construir un nuevo modelo de desarrollo económico, donde el sector industrial tenga un rol estratégico, principalmente las manufacturas, como eje articulador del sano desempeño de la economía. Se requiere un nuevo modelo de desarrollo económico que conduzca al país, primero a reparar los daños del modelo actual y después a retomar la senda del crecimiento económico sostenido. La nueva política comercial e industrial activa como palanca del desarrollo económico, debe reconocer la importancia que tiene el mercado para la asignación de los recursos, pero también al Estado como promotor del desarrollo económico.

La crisis ambiental que en general se está viviendo en el mundo no puede ser un impedimento tajante del propio desarrollo de la sociedad. La economía planificada entonces puede representar una solución tanto para esta crisis ecológica como para los problemas sociales y económicos que nos atañen a la población en general. La cuestión es no temer al cambio y evitar el individualismo económico que hoy rodea nuestra cultura financiera.

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